31 de mayo de 2010
Corpus Christi...
Este sábado, celebramos como Iglesia Diócesana, la fiesta del Corpus Christi, con la celebración de la Misa presidida por nuestro Obispo, Mons. Rubén Oscar Frassia en la Parroquia San José de Villa Domínico a partir de las 15 hs. ...
18 de mayo de 2010
Aquí estoy Señor, para hacer Tu voluntad...
Vuelve la Vigilia Diócesana de Pentecostés a la Diócesis!!
Este sábado a las 19.30 hs. en Av. Belgrano 355 (Colegio ENSPA), nos encontramos para festejar el cumpleaños de nuestra Iglesia.
Blog: www.lanavejuvenil.blogspot.com
Mail: p.juventud.avelan@hotmail.com
Facebook: La Nave Juvenil
Este sábado a las 19.30 hs. en Av. Belgrano 355 (Colegio ENSPA), nos encontramos para festejar el cumpleaños de nuestra Iglesia.
Organiza la Pastoral Juvenil.
Blog: www.lanavejuvenil.blogspot.com
Mail: p.juventud.avelan@hotmail.com
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17 de mayo de 2010
3 de mayo de 2010
Testigo de dos centenarios...
La Hermana María Angélica tiene 106 años. Vio 2 veces al cometa Halley y el 25 de Mayo quiere volver a celebrar.
Nota extraída del Díario Clarín.
Ella recuerda que el padre la tomó en brazos y la asomó a la ventana. Un cometa, con su cola gigantesca, se paseaba frente a sus ojos, y un eclipse hacía lucir el espectáculo celeste en su máximo esplendor. Era mayo de 1910 y María Angélica Nan Ovejero tenía seis años. Fue entonces cuando asistió a los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo.
No son muchos los argentinos que vieron 2 veces al cometa Halley, que orbita alrededor del Sol cada 76 años, y muchísimos menos son los que asistieron a los 2 centenarios de la Patria. Pero, en este mayo que comienza, María Angélica se ha convertido en uno de esos testigos únicos de la historia del país.
La receta de su longevidad no está en los manuales de nutrición: un vaso de vino blanco todos los días, papas fritas y huevo frito cada tanto y nada de comidas desabridas: todo con azúcar, pimienta y sal.
"Quiero ver todo lo del Bicentenario, no quiero perderme nada, si vivo, ¿no? Porque cualquier día Tata Dios me llama", dice esta hermana de sonrisa pícara de la Congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.
Hasta no hace mucho, ella le armaba los discursos escolares del 25 de Mayo a su sobrina Lidia, que fue docente de Lengua y Literatura. Es que María Angélica estaba canchera en esos temas: enseñó Historia e Instrucción Cívica en colegios en los que estuvo destinada en sus años jóvenes, que la vieron también en instituciones de Estados Unidos, Panamá, Bolivia y Uruguay.
"¿Y qué es para usted la democracia?", le preguntó Clarín, en voz alta, porque María Angélica ya no oye en plenitud. "Es aceptar al otro, nunca imponer. Es respetar al hermano y no enojarse tanto. Es saber darle un pan a alguien que lo necesita", fue su respuesta".
Bajo el sol del otoño. María Angélica camina por un patio con enredaderas, despacito pero erguida, con ayuda de un bastón. "A veces a un pobre diablo que está necesitando un pan le dan la espalda por ser de otro partido político, eso no es democracia", amonesta con su voz suave, en un análisis que propone "actuar más con el corazón y el sentido común que con interés". Hace un alto y recita una canción cristiana: "Ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, tan sólo amar es mi ejercicio". Hace otra pausa y, fuera de micrófono, le cuenta a su sobrina que conoció a Hipólito Yrigoyen, el 2 veces presidente radical, que solía reunirse con maestras y profesores para repasar sus necesidades.
"Nan", como también le dicen, lee todos los días el diario, recorre los títulos y se queda con las noticias que más le interesan. Por estos tiempos, prefiere las novedades culturales, las críticas de libros y las páginas sobre inventos, porque quiere saber cómo será el mundo dentro de 100 años.
No se deja hacer la cama por las monjas más jóvenes que la quieren ayudar y quiere saber al detalle cómo van las actividades de su congregación, que atiende a más de 80 personas de la calle por día en su comedor de Barrio Norte.
Hasta hace poco fue a votar y nunca abandonó su pasión por San Telmo, un barrio que, en los paseos de la tarde, la transporta a las imágenes de su infancia y su juventud. También le gusta Devoto, donde se reúne con su familia, y sabe que por allí vivía Diego Maradona, a quien le desea suerte para el próximo Mundial. "Sé que hace mucha bulla, je, je, yo rezo por él y por todos, es lo único que puedo hacer".
La monja escribe cartas, sabe repasar fotos en la computadora y tiene un anillo de oro en su anular izquierdo: "Es mi alianza con el Amado". En su poltrona, retoma la reflexión sobre la democracia: "Habría que cambiarle el nombre, yo le pondría 'Corazón', porque democracia tendría que ser eso, tener dos panes y dar uno". Y ese es su mensaje para los 200 años.
Nota extraída del Díario Clarín.
Ella recuerda que el padre la tomó en brazos y la asomó a la ventana. Un cometa, con su cola gigantesca, se paseaba frente a sus ojos, y un eclipse hacía lucir el espectáculo celeste en su máximo esplendor. Era mayo de 1910 y María Angélica Nan Ovejero tenía seis años. Fue entonces cuando asistió a los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo.
No son muchos los argentinos que vieron 2 veces al cometa Halley, que orbita alrededor del Sol cada 76 años, y muchísimos menos son los que asistieron a los 2 centenarios de la Patria. Pero, en este mayo que comienza, María Angélica se ha convertido en uno de esos testigos únicos de la historia del país.
La receta de su longevidad no está en los manuales de nutrición: un vaso de vino blanco todos los días, papas fritas y huevo frito cada tanto y nada de comidas desabridas: todo con azúcar, pimienta y sal.
"Quiero ver todo lo del Bicentenario, no quiero perderme nada, si vivo, ¿no? Porque cualquier día Tata Dios me llama", dice esta hermana de sonrisa pícara de la Congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.
Hasta no hace mucho, ella le armaba los discursos escolares del 25 de Mayo a su sobrina Lidia, que fue docente de Lengua y Literatura. Es que María Angélica estaba canchera en esos temas: enseñó Historia e Instrucción Cívica en colegios en los que estuvo destinada en sus años jóvenes, que la vieron también en instituciones de Estados Unidos, Panamá, Bolivia y Uruguay.
"¿Y qué es para usted la democracia?", le preguntó Clarín, en voz alta, porque María Angélica ya no oye en plenitud. "Es aceptar al otro, nunca imponer. Es respetar al hermano y no enojarse tanto. Es saber darle un pan a alguien que lo necesita", fue su respuesta".
Bajo el sol del otoño. María Angélica camina por un patio con enredaderas, despacito pero erguida, con ayuda de un bastón. "A veces a un pobre diablo que está necesitando un pan le dan la espalda por ser de otro partido político, eso no es democracia", amonesta con su voz suave, en un análisis que propone "actuar más con el corazón y el sentido común que con interés". Hace un alto y recita una canción cristiana: "Ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, tan sólo amar es mi ejercicio". Hace otra pausa y, fuera de micrófono, le cuenta a su sobrina que conoció a Hipólito Yrigoyen, el 2 veces presidente radical, que solía reunirse con maestras y profesores para repasar sus necesidades.
"Nan", como también le dicen, lee todos los días el diario, recorre los títulos y se queda con las noticias que más le interesan. Por estos tiempos, prefiere las novedades culturales, las críticas de libros y las páginas sobre inventos, porque quiere saber cómo será el mundo dentro de 100 años.
No se deja hacer la cama por las monjas más jóvenes que la quieren ayudar y quiere saber al detalle cómo van las actividades de su congregación, que atiende a más de 80 personas de la calle por día en su comedor de Barrio Norte.
Hasta hace poco fue a votar y nunca abandonó su pasión por San Telmo, un barrio que, en los paseos de la tarde, la transporta a las imágenes de su infancia y su juventud. También le gusta Devoto, donde se reúne con su familia, y sabe que por allí vivía Diego Maradona, a quien le desea suerte para el próximo Mundial. "Sé que hace mucha bulla, je, je, yo rezo por él y por todos, es lo único que puedo hacer".
La monja escribe cartas, sabe repasar fotos en la computadora y tiene un anillo de oro en su anular izquierdo: "Es mi alianza con el Amado". En su poltrona, retoma la reflexión sobre la democracia: "Habría que cambiarle el nombre, yo le pondría 'Corazón', porque democracia tendría que ser eso, tener dos panes y dar uno". Y ese es su mensaje para los 200 años.
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