Al presidir ayer por la tarde las Vísperas en la Jornada de la Vida Consagrada, Benedicto XVI recordó que este modo de vivir es don para la Iglesia y el mundo que está sediento de Dios.
El Santo Padre explicó que el objetivo de esta Jornada es "agradecer al Señor por el don de la vida consagrada; promover su conocimiento e invitar a cuantos han dedicado plenamente su propia vida a la causa del Evangelio a celebrar la maravillas que Dios ha obrado en ellos".
Refiriéndose a la lectura de la Carta a los Hebreos de la celebración en la que se presenta a Cristo "como el Mediador: verdadero Dios y verdadero hombre, que pertenece tanto al mundo divino y humano", el Papa resaltó que "es precisamente y sólo a partir de esta fe, que tiene sentido una vida consagrada, una vida consagrada a Dios mediante Cristo". "Si Cristo no fuera verdaderamente Dios, y plenamente hombre, desaparecería el fundamento de la vida cristiana en cuanto tal, y desaparecería el fundamento de toda consagración cristiana del hombre y de la mujer".
La vida consagrada "testimonia y expresa de forma 'fuerte' la búsqueda recíproca de Dios y del hombre, el amor que los atrae; la persona consagrada, por el mismo hecho de existir, representa como un 'puente' hacia Dios para todos aquellos que la encuentran, un llamado, un reenvío. Y todo esto se afianza en la mediación de Jesucristo, el Consagrado por el Padre ¡El fundamento es Él! Él, que ha compartido nuestra fragilidad, para que nosotros pudiéramos participar de su naturaleza divina".
Al hablar luego del importante papel de los consagrados como "testigos de la misericordia divina", resaltó que "la vida consagrada es una escuela privilegiada de la 'compunción del corazón', del reconocimiento humilde de la propia miseria, y una escuela de la confianza en la misericordia de Dios, en su amor que nunca abandona. Cuanto más nos acercamos a Dios, más útiles somos para los demás".
Refiriéndose a las comunidades de clausura, dijo que éstas tienen un "específico compromiso de fidelidad con el Señor, en el 'estar a los pies de la cruz', desarrollan este rol vicario, unidas al Cristo de la Pasión, asumiendo los sufrimientos y las pruebas de los demás, por la salvación del mundo".
"Queremos elevar al Señor un himno de Acción de Gracias por la vida consagrada. Sin ella ¡Cuán pobre sería todavía más el mundo! La vida consagrada es importante por ser signo de gratuidad y de amor, en una sociedad que corre el riesgo de sofocarse en lo efímero'".
También subrayó que "la vida consagrada, testimonia la sobreabundancia de amor que impulsa a 'perder' la propia vida, como respuesta al Amor del Señor, que fue el primero que 'perdió' su vida por nosotros. En este momento pienso en los consagrados, que sienten el peso de la fatiga cotidiana, escasa de gratificaciones humanas, pienso en los religiosos ancianos y enfermos, en cuantos se sienten en dificultad en su apostolado. El Señor los asocia al 'trono de la gracia'. Son un don precioso para la Iglesia y para el mundo, sediento de Dios y de su Palabra".