Evangelio según San Mateo 21,28-32 (ciclo A)
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: 'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'.
El respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.”
“El secreto es hacer la voluntad del Padre”
Este Evangelio nos habla de la coherencia, la adhesión y la pertenencia. También habla de la respuesta, de la responsabilidad, de lo que significa fe y vida. No basta decir “¡Señor, Señor!” sino que hay que ponerlo en práctica, encarnarlo en nuestra vida.
Muchas veces uno, en algún momento, se opone, dice “no quiero”, “no tengo ganas”, “me cuesta”, “me va a ser imposible”, “no voy a poder”, todas las cosas que puede poner como excusa o como resistencia. Pero luego reflexiona, piensa y hace la voluntad del Padre.
El secreto de todo esto es hacer la voluntad del Padre. ¡Acá esta la fuerza! Independientemente, o sin tener en cuenta demasiado, de los presupuestos anteriores pero que nos puede costar y que hay que hacer y terminar definitivamente haciendo la voluntad del Padre. En cambio el otro no respondió porque dijo que sí, pero le respondió con indiferencia, le respondió por costumbre, le respondió casi de memoria.
Por eso Jesús critica a los fariseos de aquél entonces; y ese fariseísmo de aquél entonces se puede instalar en nuestra vida y podemos llegar a decir sí, yo cumplo, pero cumplo y no doy nada más -el famoso "cumplimiento", cumplo y miento- porque en el fondo no le dí mi corazón a Dios; no le dí toda mi vida a Dios; le respondí para sacármelo de encima, ¡ese es el problema! ¡No le respondí para hacer la voluntad del Padre!
Muchas veces, aquellos que son pecadores, que se dan cuenta que son humildes, que realmente se dan cuenta que están mal y que llaman a las cosas por su nombre, esos están más cerca porque son humildes, se abren a Dios y se pueden arrepentir. En cambio el que cree que ya está satisfecho, el que cree que ya está todo bien, ese está más lejos de Dios y del Reino.
Pidamos al Señor claridad; humildad para poder reconocer que todavía nos falta y que siempre vamos a ser discípulos para estar cerca del Maestro. Y recordemos que, si en la vida llegamos a ser maestros, nunca podemos olvidarnos de ser discípulos. El discípulo mira al maestro y el maestro sigue siendo discípulo, es decir sigue aprendiendo.
Que el Señor nos ayude a reconocer pero para hacer, fundamentalmente, la voluntad de Nuestro Padre que es lo mejor, lo principal y fundamental en nuestra vida.
Les dejo mi bendición para que, escuchando bien podamos responder bien, con el corazón, con la inteligencia, con la mente, con la voluntad, ¡con toda la vida y con toda nuestra persona!, porque el Señor merece la totalidad de nuestra vida en la respuesta: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.