24 de octubre de 2011

“El hombre tiende a dividir y Dios tiende a unir.”

Domingo 23 de octubre de 2011 – 30º durante el año
Evangelio según San Mateo 22, 34-40 (ciclo A)

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?". Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".

“El hombre tiende a dividir y Dios tiende a unir.”

A veces uno pensaba “para estar cerca de Dios, tengo que amar a Dios y despreciar a los hombres”; o “para amar bien a los hombres tengo que acercarme a ellos y separarme o negar a Dios”. Sin embargo, nuestra vida es una vida de síntesis, donde amabas realidades están anticipadas en Jesucristo, el verdadero Dios y verdadero Hombre. Su Persona Divina, donde esta incorporado lo humano, nos enseña a vivir esta doble realidad como si fuera una única realidad.

Mirando a Cristo, uno se da cuenta que tiene que abrirse a Dios. Y abriéndose a Dios encuentra a los hermanos. Y amando a los hermanos, está encontrando el amor de Dios. ¿Por qué?, porque nos falta síntesis.

Vivimos una sociedad atomizada. Vivimos una sociedad individualista. Vivimos una sociedad relativista y subliminal en todo. ¡Todo es relativo!, ¡todo es lo que uno siente!, ¡todo sólo por hoy, donde el futuro no tiene demasiada implicancia!, ¡no hay cosas para más tiempo o para más adelante! ¡Por eso, es importante darnos cuenta que tenemos que retomar el sentido unitivo de nuestra vida: lo divino y lo humano; Dios y los hombres!

Tenemos que vivir de esta forma: lo interno tiene que expresarse en lo externo; lo teórico tiene que meterse en la práctica; la oración tiene que insertarse en la vida; la fe tiene que expresarse en obras y que Dios tiene que llevarnos -siempre- a nuestro hermano, al prójimo, a todos.

La respuesta en este mandamiento, amar a Dios con todo el corazón, con toda la vida, con toda el alma y amar al prójimo como a sí mismo, de estos dos mandamientos depende toda la Ley y los Profetas; de estos dos mandamientos depende si nosotros vivimos una vida sabia o si queremos vivirla vacía y superficial.

Pidamos al Señor tener luz, para poder vivir como corresponde: amando a Dios y amando en serio a nuestros hermanos; amando en verdad y no usando a nuestros hermanos; sirviendo a Dios y dando a nuestros hermanos. Pero todo esto en espíritu y en verdad.

Les dejo mi bendición, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.