Quién que haya visto la película Rescatando al soldado Ryan (1998) , de Steven Spielberg, no se emocionó con la actuación de Tom Hanks en el papel del capitán John H. Miller, que –tras el desembarco en Normandía– recibe la orden de buscar a un soldado y enviarlo de regreso a los Estados Unidos porque su vida no debía correr riesgo luego de que su madre perdiera en la guerra a sus otros tres hijos. Y que, hacia el final del filme, llega a ofrendar su vida para que el soldado se salve. Pues bien: ahora se sabe que el verdadero salvador de Frederick “Fritz” Niland –la identidad real de Ryan– fue un capellán militar, Francis L. Sampson.
El propio Sampson –capellán de la 101º División Aerotransportada– volcó sus vivencias en el libro “Mirá allá abajo: Una historia de la Aerotransportada escrita por un sacerdote paracaidista”, de 1958. La cercanía de los homenajes que en los Estados Unidos se están organizando para 2012, por el centenario de su nacimiento, llevaron a que se vuelva a hablar de él. Y de cómo ocurrió realmente la historia que conmovió a millones de espectadores.
El filme plantea que el capitán Miller encara una ardua búsqueda. Pero, en la realidad, fue Fritz quien se contactó en el campamento con el padre Sampson a los pocos días del desembarco en las costas francesas. Fue luego de enterarse de que su hermano Robert –que también se había lanzado en paracaídas– había muerto y quería que lo ayudara a encontrar su cuerpo, que aparentemente estaba en un cementerio cercano. Pero en la lista de inhumados no aparecía su nombre sino el de otro hermano, Preston. Finalmente no sólo hallaron la tumba de Robert: Sampson descubrió que un tercer hermano había desaparecido luego de que su avión fuera derribado por los japoneses.
Al comunicarle esta última noticia, Sampson cuenta que Fritz comenzó a repetir: “¿Qué hará ahora? ¿Qué será de ella?”. Hablaba de su madre. El sacerdote le respondió que la mujer aún lo tenía a él y haría todo lo posible para repatriarlo. Y lo logró. Tras el reencuentro con sus padres –la madre no era viuda como aparece en la película– Fritz sirvió en una unidad acantonada en Nueva York. Al final de la guerra la familia recibió una sorpresa: el hijo supuestamente abatido por los japoneses había sobrevivido.
Si bien el padre Sampson no corrió riesgos para conseguir la vuelta de Fritz, sí los tuvo por otras situaciones. En su salto en paracaídas en el crucial Día D perdió su kit de misa y, en vez de ponerse a cubierto, se abocó a buscarlo en medio de la oscuridad, entre disparos y morterazos, hasta que lo encontró. Horas después, cuando atendía a unos heridos en una granja, fue detenido por soldados alemanes, que lo pusieron contra una pared con la aparente intención de fusilarlo. Sólo la aparición de otro soldado alemán que se percató de que era sacerdote, evitó su muerte.
El padre Sampson pasó 6 meses en un campo de prisioneros. Pero no se dio por vencido. Una vez liberado, volvió a la Aerotransportada. Años más tarde, estuvo en la guerra de Corea y en 1967 fue nombrado jefe de los capellanes militares de los Estados Unidos. Y –ya retirado– llegó a asistir a los paracaidistas que actuaron en Vietnam. En el célebre libro de Cornelius Ryan, “El día más largo”, las peripecias del cura ocupan varias páginas. No es para menos.
Fuente: Clarín.