ROMA, 13 Dic. 2010 (ACI)
El Arzobispo de Cracovia (Polonia), Cardenal Stanislaw Dziwisz, quien fuera durante 40 años secretario del Papa Juan Pablo II, recordó que para Karol Wojtyla la alegría de la Navidad es algo que, meditado y contemplado en la liturgia y la vida cotidiana, debe compartirse con los demás.
El Cardenal Dziwisz hizo esta reflexión al comentar el libro "La Noche de las luces: Páginas y homilías de Navidad" que recoge diversas intervenciones del Papa Juan Pablo II, antes y después de llegar a la Sede de Pedro, sobre esta importante fiesta.
En el análisis, publicado por el diario L'Osservatore Romano en su edición del 10 de diciembre, el Arzobispo recordó que para Juan Pablo II "las fiestas navideñas eran antes que nada un momento muy importante para celebrar el misterio de la encarnación de Dios, es decir del Amor que hace cercano a todos los hombres, cuando nace como niño en Belén".
Tras relatar que el Papa Peregrino celebraba la Navidad con toda la Iglesia, el Cardenal afirma que esta fiesta "era para el Siervo de Dios Juan Pablo II la fiesta de la familia, pese a que él mismo había perdido la suya": su madre murió cuando era niño, la hermana apenas nació, el hermano mayor cuando era doctor y a su padre durante la Segunda Guerra Mundial.
El Papa polaco celebraba la Navidad "con gran alegría en la familia de los sacerdotes y de las religiosas que trabajaban con él. Siempre estaba rodeado de la ‘familia’ de sus estudiantes desde los tiempos en que fue capellán en San Florián, en Cracovia. Los invitaba al palacio episcopal en Cracovia y en Roma, porque creía que la alegría de la Navidad debía ser compartida con otros".
En el Vaticano, prosiguió, "celebraba la Navidad con la familia pontificia, compuesta no solo por los señores cardenales y monseñores que trabajaban en la curia, sino también por la guardia vaticana y por quienes desempeñaban otros servicios".
Luego de comentar que Juan Pablo II también celebraba la Navidad con el pesebre y el gran árbol de la Plaza de San Pedro, el Arzobispo de Cracovia recuerda que al Papa Peregrino le gustaban "los villancicos y comidas típicas de este periodo, porque ayudaban a crear una atmósfera inolvidable y vivir así el misterio del nacimiento de Dios".
"El nacimiento del Señor era para el siervo de Dios un misterio a contemplar en la liturgia y en la vida cotidiana y que, contemplado, debe ser compartido con otros".
22 de diciembre de 2010
16 de diciembre de 2010
14 de diciembre de 2010
Gemelos celebrarán Bodas de Oro Sacerdotales...
La comunidad católica de Paraná espera con entusiasmo el próximo 18 de diciembre para festejar los 50 años de sacerdocio de los hermanos gemelos César y Raúl Molaro, quienes por una delicadeza de Dios, compartieron no solo el día del nacimiento y el bautismo, sino también la fecha de su ordenación sacerdotal.
Los amigos, familiares y feligreses de los "Padres Molaro" han elegido como tema de la celebración "Cien años de sacerdocio. Salvadores como Jesús", inspirados en la suma de ambas vidas de entrega y el lema sacerdotal que comparten los hermanos.
Según informa la agencia católica argentina AICA, la comunidad de Paraná "celebrará este singular acontecimiento el viernes 17 de diciembre a las 19 con una misa en la parroquia San José Obrero (avenida Zanni y O’Higgins, Paraná, Entre Ríos), luego de la cual habrá una cena homenaje".
Ambos confiesan que descubrieron la vocación sacerdotal de niños, cuando acudían al oratorio Don Bosco de su ciudad, inspirados por el testimonio de entrega de un sacerdote alemán "abnegado, entregado, generoso y siempre alegre" que se fue de misionero al Chaco Paraguayo.
Para los hermanos Molaro, la familia es muy importante en la vida de un sacerdote. Eran nueve hermanos y Raúl recuerda que sus padres "gente sencilla y humilde de zona rural" sufrieron mucho con la muerte de dos hijas pequeñas antes de que nacieran los gemelos.
"Después, ya ordenados sacerdotes, supimos que mi madre, en medio de su dolor por la muerte de sus hijas, dijo: ‘Si Dios me da hijos varones los consagraré para que sean sacerdotes’", sostiene el Padre Raúl.
Al mismo tiempo, el Padre César recuerda que a pesar de la promesa, a su madre "le costó mucho que nos fuéramos al Seminario" pero "el día de la ordenación, ella lloró de emoción durante toda la ceremonia, y luego se sentía feliz y orgullosa de sus hijos sacerdotes. Yo pensé siempre cómo nos ayudaron las oraciones y el apoyo de nuestros padres y hermanos en la fidelidad al ministerio sacerdotal. Siempre pienso que la familia es fundamental para la fidelidad y la perseverancia en el ministerio".
Para el Padre Raúl "ser Sacerdote es descubrir el amor y el llamado de Jesús a seguirlo y trabajar, con Él para que los hermanos lo conozcan y lo amen. Es tratar de vivir una identificación con Jesús Sacerdote y Pastor al servicio de la Iglesia".
Su hermano agrega que "ser sacerdote es una gracia, un llamado de Dios. Es una participación del sacerdocio de Jesucristo, y por eso el sacerdote puede obrar en persona de Cristo cabeza, ya que se da una consagración especial y una configuración más profunda con Cristo sacerdote".
Sus vidas.
Los hermanos César y Raúl nacieron en Paraná el 3 de enero de 1935. El 20 de enero de ese mismo año fueron bautizados en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de su ciudad natal. Recibieron la confirmación el 1 de enero de 1947 en la catedral arquidiocesana.
Estudiaron en el Seminario Menor y Mayor de Paraná. Fueron ordenados diáconos el 9 octubre de 1960, y presbíteros el 18 de diciembre del mismo año.
El Padre César, además de vicario y párroco en distintas comunidades, fue director espiritual del Seminario Mayor, secretario canciller, Prefecto de Teología del Seminario Arquidiocesano, apoderado legal de varias escuelas y miembro del Consejo de Consultores, entre otras numerosas actividades desarrolladas a lo largo de estos años.
Por su parte, el Padre Raúl desde su ordenación fue vicario y párroco de distintas comunidades, capellán de colegios, capellán Unidad Penal Nº 1 (Cárcel de Paraná), asesor diocesano del Consejo de jóvenes de la Acción Católica, fundador del Movimiento de Encuentros de Juventudes Cristianas (Paraná), asesor de la Junta Arquidiocesana de Catequesis, director espiritual del Movimiento de Cursillos de Cristiandad; el 3 de agosto de 1986 se convirtió en miembro del Instituto de Sacerdotes Diocesanos de Schoenstatt.
Los amigos, familiares y feligreses de los "Padres Molaro" han elegido como tema de la celebración "Cien años de sacerdocio. Salvadores como Jesús", inspirados en la suma de ambas vidas de entrega y el lema sacerdotal que comparten los hermanos.
Según informa la agencia católica argentina AICA, la comunidad de Paraná "celebrará este singular acontecimiento el viernes 17 de diciembre a las 19 con una misa en la parroquia San José Obrero (avenida Zanni y O’Higgins, Paraná, Entre Ríos), luego de la cual habrá una cena homenaje".
Ambos confiesan que descubrieron la vocación sacerdotal de niños, cuando acudían al oratorio Don Bosco de su ciudad, inspirados por el testimonio de entrega de un sacerdote alemán "abnegado, entregado, generoso y siempre alegre" que se fue de misionero al Chaco Paraguayo.
Para los hermanos Molaro, la familia es muy importante en la vida de un sacerdote. Eran nueve hermanos y Raúl recuerda que sus padres "gente sencilla y humilde de zona rural" sufrieron mucho con la muerte de dos hijas pequeñas antes de que nacieran los gemelos.
"Después, ya ordenados sacerdotes, supimos que mi madre, en medio de su dolor por la muerte de sus hijas, dijo: ‘Si Dios me da hijos varones los consagraré para que sean sacerdotes’", sostiene el Padre Raúl.
Al mismo tiempo, el Padre César recuerda que a pesar de la promesa, a su madre "le costó mucho que nos fuéramos al Seminario" pero "el día de la ordenación, ella lloró de emoción durante toda la ceremonia, y luego se sentía feliz y orgullosa de sus hijos sacerdotes. Yo pensé siempre cómo nos ayudaron las oraciones y el apoyo de nuestros padres y hermanos en la fidelidad al ministerio sacerdotal. Siempre pienso que la familia es fundamental para la fidelidad y la perseverancia en el ministerio".
Para el Padre Raúl "ser Sacerdote es descubrir el amor y el llamado de Jesús a seguirlo y trabajar, con Él para que los hermanos lo conozcan y lo amen. Es tratar de vivir una identificación con Jesús Sacerdote y Pastor al servicio de la Iglesia".
Su hermano agrega que "ser sacerdote es una gracia, un llamado de Dios. Es una participación del sacerdocio de Jesucristo, y por eso el sacerdote puede obrar en persona de Cristo cabeza, ya que se da una consagración especial y una configuración más profunda con Cristo sacerdote".
Sus vidas.
Los hermanos César y Raúl nacieron en Paraná el 3 de enero de 1935. El 20 de enero de ese mismo año fueron bautizados en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de su ciudad natal. Recibieron la confirmación el 1 de enero de 1947 en la catedral arquidiocesana.
Estudiaron en el Seminario Menor y Mayor de Paraná. Fueron ordenados diáconos el 9 octubre de 1960, y presbíteros el 18 de diciembre del mismo año.
El Padre César, además de vicario y párroco en distintas comunidades, fue director espiritual del Seminario Mayor, secretario canciller, Prefecto de Teología del Seminario Arquidiocesano, apoderado legal de varias escuelas y miembro del Consejo de Consultores, entre otras numerosas actividades desarrolladas a lo largo de estos años.
Por su parte, el Padre Raúl desde su ordenación fue vicario y párroco de distintas comunidades, capellán de colegios, capellán Unidad Penal Nº 1 (Cárcel de Paraná), asesor diocesano del Consejo de jóvenes de la Acción Católica, fundador del Movimiento de Encuentros de Juventudes Cristianas (Paraná), asesor de la Junta Arquidiocesana de Catequesis, director espiritual del Movimiento de Cursillos de Cristiandad; el 3 de agosto de 1986 se convirtió en miembro del Instituto de Sacerdotes Diocesanos de Schoenstatt.
13 de diciembre de 2010
Enamorados de Cristo para que la Iglesia sea cada vez más creíble...
AICA.
El sábado 20 de noviembre en la catedral N. S. de la Asunción, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, ordenó sacerdotes a los diáconos Sebastián Calabrese y Leonardo Chimento.
En la homilía, el prelado recordó que el sacerdote “está llamado por Dios para vivir en la Iglesia. Y lo llama el obispo y lo llama el presbiterio; por eso no se concibe un sacerdote individualista y separado”, por eso aclaró que “no son simplemente sacerdotes y después pueden hacer lo que quieran, sino que están metidos, llamados, al orden del presbiterado”, por lo que deben “estar unidos en comunión”. Entre otras cosas, el pastor diocesano dijo a los ordenados que “la Palabra de Dios los tendrá que alimentar siempre, iluminar siempre para iluminar y acompañar a los hermanos. El protagonismo no será de ustedes, el protagonismo es de Jesucristo, es de su Palabra y es del Espíritu Santo. Por lo tanto ustedes sean verdaderos oyentes de la Palabra de Dios, para que puedan alimentar a los hermanos”. “Ustedes también tendrán la dicha y la gracia de participar del ministerio eucarístico -añadió-; y en el nombre de Cristo podrán perdonar y absolver los pecados”.
En ese sentido les recomendó: “Si quieren que la vida de ustedes tenga sentido, ¡fusiónense al misterio de Cristo!, ¡suban al altar y quédense allí para vivir sagradamente el sacrificio! El sacrificio del cual ustedes son revestidos de Jesucristo, unidos e identificados con Él; y Él no sólo los alimentará a ustedes sino que también alimentará al Pueblo de Dios, por medio de ustedes”. Al recordar que Dios “también les da otra misión: el pastoreo”, precisó que “de alguna manera, el sacerdote de Cristo es sacerdote para Cristo para su pueblo y para la Iglesia”. Por otro lado, afirmó que “el sacerdote tendrá que ser un hombre de Dios y si no es un hombre de Dios no va a saber decírselo a la gente. El sacerdote tendrá que estar enamorado de un modo indiviso para que Dios siga siendo el centro de su vida, y que ustedes, desde ese centro, lo puedan comunicar a los demás. La gente necesita eso, la gente pide eso, la gente quiere eso. No quiere otra cosa”. “Dios no pide y después defrauda. Lo que Dios pide, lo da y lo da en abundancia. Confíen y sean siempre los que están enamorados de Dios. ¡Enamorados de Dios para no buscar en otro charco!, ¡enamorados de Cristo para servir a la Iglesia!, ¡enamorados de Cristo para dar la vida con Él!, ¡enamorados de Cristo para que nuestra Iglesia sea cada vez más creíble, más entendida, más amada y más respetada! A eso están llamados”, aseguró.+
El sábado 20 de noviembre en la catedral N. S. de la Asunción, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, ordenó sacerdotes a los diáconos Sebastián Calabrese y Leonardo Chimento.
En la homilía, el prelado recordó que el sacerdote “está llamado por Dios para vivir en la Iglesia. Y lo llama el obispo y lo llama el presbiterio; por eso no se concibe un sacerdote individualista y separado”, por eso aclaró que “no son simplemente sacerdotes y después pueden hacer lo que quieran, sino que están metidos, llamados, al orden del presbiterado”, por lo que deben “estar unidos en comunión”. Entre otras cosas, el pastor diocesano dijo a los ordenados que “la Palabra de Dios los tendrá que alimentar siempre, iluminar siempre para iluminar y acompañar a los hermanos. El protagonismo no será de ustedes, el protagonismo es de Jesucristo, es de su Palabra y es del Espíritu Santo. Por lo tanto ustedes sean verdaderos oyentes de la Palabra de Dios, para que puedan alimentar a los hermanos”. “Ustedes también tendrán la dicha y la gracia de participar del ministerio eucarístico -añadió-; y en el nombre de Cristo podrán perdonar y absolver los pecados”.
En ese sentido les recomendó: “Si quieren que la vida de ustedes tenga sentido, ¡fusiónense al misterio de Cristo!, ¡suban al altar y quédense allí para vivir sagradamente el sacrificio! El sacrificio del cual ustedes son revestidos de Jesucristo, unidos e identificados con Él; y Él no sólo los alimentará a ustedes sino que también alimentará al Pueblo de Dios, por medio de ustedes”. Al recordar que Dios “también les da otra misión: el pastoreo”, precisó que “de alguna manera, el sacerdote de Cristo es sacerdote para Cristo para su pueblo y para la Iglesia”. Por otro lado, afirmó que “el sacerdote tendrá que ser un hombre de Dios y si no es un hombre de Dios no va a saber decírselo a la gente. El sacerdote tendrá que estar enamorado de un modo indiviso para que Dios siga siendo el centro de su vida, y que ustedes, desde ese centro, lo puedan comunicar a los demás. La gente necesita eso, la gente pide eso, la gente quiere eso. No quiere otra cosa”. “Dios no pide y después defrauda. Lo que Dios pide, lo da y lo da en abundancia. Confíen y sean siempre los que están enamorados de Dios. ¡Enamorados de Dios para no buscar en otro charco!, ¡enamorados de Cristo para servir a la Iglesia!, ¡enamorados de Cristo para dar la vida con Él!, ¡enamorados de Cristo para que nuestra Iglesia sea cada vez más creíble, más entendida, más amada y más respetada! A eso están llamados”, aseguró.+
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