15 de marzo de 2010

La Misericordia del Señor...

Reflexiones radiales de Monseñor Rubén Oscar Frassia.
4º domingo de Cuaresma.
Evangelio según San Lucas 15, 1-3. 11-32 (Ciclo C)
Queridos hermanos, el viernes 19 celebramos la Solemnidad de San José, Esposo de la Virgen María. Tengamos en cuenta que José es el Varón Justo de la fe, que cuidó a la Virgen y luego cuidó a Jesús, por eso decimos que es el Patriarca Universal de la Iglesia que cuida todas las vocaciones, en especial las vocaciones sacerdotales.
Evangelio: la Misericordia de Dios.
Es el relato del padre misericordioso junto al hijo pródigo, que vuelve, con el hijo mayor y esa actitud celosa y egoísta. La Palabra de Dios es muy fuerte e iluminadora que tenemos que escuchar, repetir y leer para que entre en nuestra mente y nuestro corazón.
Aquí hay tres actitudes para ver:
La actitud del hijo pródigo: no sé si volvió a la casa del padre totalmente arrepentido o no; o volvió porque tenía hambre; -a veces hay segundas causas que no siempre son las más dignas-; pero lo más importante es el reconocimiento que tiene, ante su padre, de que pecó “contra el cielo y contra él”; algo que reconoce y que es muy valioso. Tuvo la dignidad de volver reconociendo su pecado o su equivocación.
La actitud del hijo mayor: que no entiende al padre ni al hermano. No lo entiende porque mira estrictamente, juzga con lo que ve. Y de lo que ve, es cierto lo que dice. El papá nunca le hizo una fiesta, en cambio “éste” (el menor) que vivió disolutamente, tuvo el mérito. Pero no entiende la misericordia del padre, no entiende a Dios. Como muchos de nosotros, a veces, no entendemos a Dios y juzgamos humanamente. Y humanamente uno se equivoca porque es parcial, en cambio Dios es total, universal y amplio.
La actitud del padre: que no sólo espera que el hijo llegue, ¡sino que sale a recibirlo!; y no lo reta sino que lo abraza, lo viste, le da ropa, lo calza y hace una fiesta. ¡Este es Dios! Por eso siempre hay que volver a Dios, no quedarse ahí pensando que uno va a recibir un castigo; más bien va a recibir una bendición y un abrazo misericordioso de Dios.
Este es un tiempo de volver a Dios; de confesarnos ante un sacerdote; de tener la fuerza de la reconciliación y estar bien en esta Cuaresma, preparándonos para la Pascua. Cada uno de nosotros repite la historia del hijo pródigo, pero cada uno de nosotros tiene que encontrarse con el Padre Misericordioso que te abraza, que te bendice, que te perdona y te hace fiesta.
Que lo podamos vivir: les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén