Así comienza la carta que envió un minero de 63 años a su mujer, a través de una sonda.
“Querida Lila, estoy bien gracias a Dios. Esperamos salir pronto. Paciencia, Dios es grande, vamos a salir”.
Con estas palabras comienza la carta que envió a su mujer Mario Gómez, uno de los 33 mineros atrapados desde el 5 de agosto. La pegó, metida en una bolsita de nylon, al martillo de la sonda que perforó la mina San José.
“Dile a Avalos (su jefe) que este mes haga un informe, no más, lo antes posible, para los últimos meses ( ...) Dile que qué pasa con el seguro. Bueno Lila, pronto nos comunicaremos”, continuaba la misiva de Gómez, la que devolvió la fe perdida a los cerca de 400 familiares instalados desde hace 17 días en el Campamento Esperanza, en Copiapó, 800 kilómetros al norte de Santiago.
Gómez, de 63 años, es el minero de mayor experiencia en la mina.
La esposa, contó que su marido tenía mucha experiencia porque “había trabajado brutalmente” no sólo en esa mina, y sabía soportar condiciones adversas y duras, por lo que no le extrañaba que haya sido el pilar del grupo de atrapados.
Fue Eduardo, uno de los trabajadores que apoyaba las labores de perforación, quien desoyó las órdenes oficiales de mantener silencio y bajó tropezando por una zanja para traer una noticia increíble desde la boca del túnel.
“Un papel” , alcanzó a susurrar. “Todos bien en el refugio”, tartamudeó. “Nos vamos a jugar todo por ellos”, dijo, y su cuerpo quedó atrapado por los empujones de las mujeres desesperadas, y sus palabras cubiertas por los aullidos de júbilo.
“Gloria a Dios” , gritó una de ellas, y el rumor corrió de carpa en carpa desatando la euforia en la ladera de la mina, en el campamento que montó el gobierno cinco días después de la tragedia y al que no se permite el acceso a la prensa.
“Lo dijo el minero, el minero no te va a mentir”, repetía María Segovia ante los incrédulos periodistas que esperaban la versión oficial de las seis de la tarde.
Eran poco más de las tres de la tarde en la Argentina cuando las familias volvían a creer en un final feliz para el derrumbe en la cuestionada mina San José, que ya había sufrido otros accidentes e incluso había sido clausurada.
“Es muy emocionante que sean tan fuertes para sobrevivir 17 días. Yo tengo ahí a mi hermano Carlos, de 23 años, y vine de Cochabamba apenas llegó la noticia del accidente”, contó el boliviano Luis Mamani. “Esto era como una aguja en un pajar”, agregó el hermano del único minero no chileno atrapado en la mina San José.
“Toda la familia de Copiapó está celebrando, estábamos esperando esta noticia”, decían por su parte los familiares del ex futbolista Franklin Lobos.
Al caer la tarde, en el Campamento la Esperanza se realizaba una cadena de oración, como todas noches. Pero esta vez con llantos de alegría y gratitud, esperando ver las imágenes que las cámaras trajeron de las profundidades de la mina.
Hoy, a las 7 de la mañana, como todos los días, los parientes de los mineros atrapados estarán levantados, encendiendo las fogatas con las que se mantienen calientes y esperarán la llegada de las nuevas máquinas que van a entubar el hueco hecho por la sonda. Los ayudan 8 psicólogos y otro tanto de asistentes sociales que intentan hacer la espera más tolerable. Los trabajos de rescate, al fin y al cabo, podrían llevar hasta 4 meses.