Evangelio según San Mateo 13, 44-52 (ciclo A)
Jesús dijo a la multitud: “El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto? "Sí", le respondieron.
Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".
Seguir construyendo el Reino.
Estamos hablando del Reino de Dios y de la Iglesia. El Reino de Dios que está presente pero que no se agota y que tenemos que seguir buscando siempre. Uno busca algo que le toma toda la vida: el tesoro, la perla o la pesca milagrosa. Estas tres cosas, que son fundamentales, uno ya las tiene pero involucra todo lo demás. Está presente pero todavía tiene que seguir lográndolo.
El Reino, que no es de este mundo, ¡ya está presente pero tiene que seguir en construcción!, ¡y esa construcción comienza acá! Y esto es universal, abierto a todos. Pero el Reino de Dios y la Iglesia, no siempre son conceptos iguales; porque el Reino va más allá y aún hay que seguir buscándolo.
Primero se lo busca, se lo encuentra y toma todo. Segundo, hay que tener empeño y compromiso, es decir cumplirlo ahora y uno ‘jugar su vida’ por aquello que piensa, o que cree, o que valga la pena. Y tercero, es una actitud no pasiva sino activa; exige un movimiento y un compromiso que lo mantiene activo en todo.
¡Ya está cumplido, el Reino!, pero aún debe cumplirse y se cumple cada día. Por eso frente a la búsqueda de aquello que es principal y definitivo para nosotros, tenemos que ir construyendo las demás definitividades; y vivir permanentemente una actitud de conversión personal y una actitud de conversión pastoral, como lo dice proféticamente (el documento de) Aparecida.
Queridos hermanos, les dejo mi bendición de padre, pastor y Obispo: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mons. Rubén Oscar Frassia.