Domingo 07 de agosto de 2011 – 19º durante el año
Evangelio según San Mateo 14, 22-23 (ciclo A)
Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.
Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.
Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron.
"Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman".
Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua".
"Ven", le dijo Jesús.
Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.
Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía:
"Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?".
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios".
El Señor renueva nuestra esperanza
Vemos en el Evangelio que el Señor está siempre presente y que uno tiene que buscarlo. La vida es un misterio y misteriosamente buscamos al Señor en este misterio de Dios. Es una búsqueda que no termina jamás aquí en la tierra.
Hay gente que no quiere buscarlo, o no tiene interés, o lo ha cerrado quedándose simplemente en lo que ve, o es incrédulo, desconfiado, agnóstico, no creyente, o de alguna forma no le interesa y no lo busca. Lo primero y principal que uno tiene que decir es: el que nos busca a nosotros es Dios, él nos muestra el camino y nos muestra de qué manera tenemos que seguirlo.
Vemos también que el Señor se presenta y uno lo reconoce; no que él se presenta y uno lo inventa, no. Una cosa es reconocer y otra cosa es inventar. En la fe, nosotros reconocemos no inventamos. Partimos de un dato ya dado, de una realidad mostrada, de una presencia ya expresada y uno asiente favorablemente o rechaza negativamente. El creyente afirma positivamente que es el Señor.
Uno confía y él nos confirma, como en el caso de Pedro con Jesús, que estaba caminando sobre una dificultad -el agua donde se hunde, aunque si uno tiene fe puede caminar sobre el agua como si fuera un piso plano y duro- y no se caía, pero de pronto una ola embravecida lo hace sucumbir. ¡Tantas olas tenemos en nuestra vida!, que son siempre simbólicas pero que son amenazas, tensiones que son crisis, dificultades, donde uno se hunde y de nuevo hay que pegar el grito “¡Señor, sálvanos!, ¡Señor, ayúdanos!” Y Jesús nos toma la mano y nos levanta. Esto es así para que aumentemos la fe.
Pareciera que todos los caminos están cerrados.
Pareciera que la violencia está instalada en todos los ámbitos
Pareciera que la corrupción está en todos los estamentos.
Pareciera que nos está mintiendo todo el mundo y nadie cree a nadie.
Pareciera que todo es negro.
Pero queridos hermanos, ¡hay esperanza!, y Dios nos da las fuerzas necesarias para superar estas cosas que, aparentemente, significan que nos estamos hundiendo; por eso cuando confiamos en el Señor, él nos renueva la esperanza.
Pidamos al Señor que nos renueve la esperanza y que el 14 de agosto próximo, todos podamos expresar el voto para que, de alguna manera, elijamos democráticamente aquello que pensamos que nos merecemos
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén