El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, recordó que el cuarto domingo de Pascua se lo conoce como el Domingo del Buen Pastor, porque “en este día la Iglesia eleva su oración y dedica su reflexión a considerar el tema de la vocación sacerdotal”.
Tras señalar que “sólo desde esta voluntad de Jesucristo comunicada a los apóstoles, podemos entender la vocación sacerdotal”, advirtió que “el sacerdocio no parte de un proyecto personal que yo elijo, sino de asumir como respuesta y de modo totalizante la vida y misión de Jesucristo”.
“Es por ello que sólo desde una mirada de fe a la persona de Jesucristo es posible comprender el sentido y la necesidad del sacerdote. Sin sacerdotes, decía Juan Pablo II, la Iglesia no podría cumplir aquel mandato de Jesucristo de: ‘anunciar el Evangelio y de renovar cada día el sacrificio de su cuerpo entregado y su sangre derramada por la vida del mundo’, que el sacerdote actualiza en la celebración de la santa misa”, subrayó en su reflexión semanal “Desde el Evangelio”.
El prelado reconoció que “no es fácil” responder a la pregunta ¿cómo descubre un joven que puede estar llamado a ser sacerdote?, y estimó que “tal vez haya tantas respuestas posibles como jóvenes que se hayan sentido llamados”.
“Pero por tratarse de una vocación que se encuentra en el ámbito del llamado de Dios, lo primero que debemos tener en cuenta es la importancia de la oración como nos dice el mismo Jesucristo: ‘Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha", indicó.
El arzobispo insistió en que “es necesario, además, crear un contexto en la vida del joven que lo disponga para escuchar este llamado. Hablaría de un clima espiritual y cultural de comunión previa con el valor del sacerdocio. Aquí tiene una gran importancia, aunque no absoluta, la familia como el grupo de pertenencia en el cual el joven vive su fe. También hablaría del nivel espiritual de su encuentro con Jesucristo como del compromiso apostólico con su misión”.
Asimismo, consideró “importante descubrir la vocación desde la necesidad que tiene la gente y la misma Iglesia; no estamos ante la realización de un proyecto personal, sino ante el llamado de quien es el Buen Pastor. Aquellas palabras tan propia de los profetas y de los primeros discípulos: ‘Aquí estoy Señor, envíame’, siguen siendo hoy la culminación de todo proceso vocacional”.
Monseñor Arancedo detalló que “oración, ámbito familiar y pertenencia a un grupo apostólico, son la base para preparar el terreno en el que la semilla de la vocación crece en un joven, y lo dispone para una respuesta que compromete toda su vida”.
Fuente: AICA.