Pierino Penacca es curado milagrosamente.
Natural de Momperone, clase 1912, tanto él como su mujer conocieron personalmente a Don Orione cuando eran jóvenes. En los últimos meses de 1990 le aparecieron síntomas de un “carcinoma pulmonar, necrótico, de células grandes, vastamente infiltrante”. Fue dado de alta del hospital porque, teniendo en cuenta sus pésimas condiciones generales de salud y la edad (tenía entonces 78 años), no era posible practicarle la quimioterapia ni la radioterapia. Pierino, los hijos, algunos sacerdotes y amigos orioninos, y hasta los discapacitados del Pequeño Cottolengo de Seregno invocaron a Don Orione.
Sorprendentemente, e inexplicablemente, se produjo una curación rápida que no dejó huellas del terrible tumor ni en su cuerpo ni en los resultados de los múltiples exámenes de todo tipo a que se sometió en los once años sucesivos. En esta curación, inexplicable para la ciencia, la Iglesia ha reconocido un milagro atribuido a la intercesión del beato Luis Orione.
“Papá se repuso bien y rápido”, afirmaron unánimemente sus hijos. No hubo más partes médicos o manifestaciones que aludieran a la enfermedad. Pierino volvió a su vida normal: trabajaba en el campo, hacía de carpintero, tocaba el acordeón. Se mantuvo siempre animado hasta pocos meses antes de la muerte, que tuvo lugar el 2 de abril de 2001, con casi 89 años, por causas ajenas al tumor.
Fue su médico de cabecera quien empezó a albergar sospechas, desde el punto de vista científico, sobre lo que había ocurrido. Pero los familiares, que habían guardado silencio sobre el carácter prodigioso de la curación, tenían una explicación, la cual testimoniaron ante quienes llevaban adelante la causa de canonización de Don Orione.
He aquí algunos trozos del testimonio presentado el 30 de enero de 1999, durante el interrogatorio diocesano de Tortona.
Sobre mi estado de salud antes de ir al hospital recuerdo solamente que me sentía mal. Recuerdo que me salía sangre de la boca y que me sentía muy débil. También recuerdo poco de mi estadía en el hospital; recuerdo más fácilmente las cosas lejanas, de mi juventud, que las recientes.
Después de haber salido del hospital, comencé a sentirme bien. Hasta fui al mar ese año en enero, porque nunca he dejado de ir al mar durante el invierno. Pero no recuerdo bien. Después de ese año, nunca he estado en cama por enfermedad, ni he vuelto jamás al hospital.
Mire, yo siempre le he rezado a Don Orione. Recuerdo cuando Don Orione venía al pueblo a pedir las ollas rotas para hacer la estatua de la Virgen de la Guardia de Tortona. Recuerdo que Don Orione me ha hecho la gracia cuando me tocaba ir a la guerra. Antes de partir, fui a mi pueblo, y con mi mujer fuimos al santuario de Tortona a pedirle a Don Orione la gracia de no tener que ir al frente. Hacía poco que había muerto Don Orione, y estaba sepultado en la cripta. Le supliqué que me hiciera quedar cerca de casa, porque estábamos atravesando una situación precaria: mis padres ya eran viejos y enfermos, y también mi mujer estaba enferma; además de nuestros hijos, teníamos los cuatro hijos de mi hermano, que había muerto unos años antes a los 37 años. Un Mayor del ejército de Tortona, al conocer mi situación, sin que yo se lo pidiera me destinó a la compañía antiaérea de Tortona y así me libré de ir al frente. Después, como sabía música me pusieron de trompetista, y con eso me libré también de disparar y de hacer la guerra. Siempre he tenido mucha confianza en Don Orione y le rezo siempre. Si estoy curado, tengo que agradecer al Señor y a Don Orione.
Ahora que estoy viejo, mi salud es bastante buena. Tengo que hacer inhalaciones y tomar medicamentos pero, gracias a Dios, sigo bien. En estos últimos años no he tenido enfermedades graves.
Don Orione me ha hecho ya otras gracias y me ha protegido también en esta enfermedad. Yo no sé qué decir sobre este hecho. Sólo me queda agradecer al Señor y a Don Orione.