26 de mayo de 2011

Nadie nace siendo Sacerdote..


Así de sencillo, así de simpática y así de convincente es la campaña vocacional del Seminario Diocesano de Tepic (México). Ya ha formado parte de otras campañas vocacionales en diversas diócesis de Canadá y Estados Unidos.
Algo tan sencillo y tan elemental que a veces se olvida. La Vocación, toda Vocación, y por tanto también la Vocación al Sacerdocio, es una semilla que Dios ha puesto en el corazón pero que, como las semillas de la parábola del evangelio, tiene que encontrar la tierra buena para poder crecer y desarrollarse. ¡Es necesario cuidar las vocaciones al sacerdocio!
Este cuidado comienza en la familia, iglesia doméstica, donde se produce el primer encuentro con Cristo resucitado en el Bautismo, donde se descubre y conoce a Dios como Padre bueno y creador y donde se reconoce y experimenta la acción de Dios en lo cotidiano de la vida. La vocación se cuida en la Parroquia, donde el niño y el joven encontrarán con frecuencia a Jesucristo en los Sacramentos, especialmente en la confirmación, en la penitencia y sobre todo en el Sacramento de la Eucaristía. Todos somos responsables de las vocaciones. Un sacerdote mayor, experto en Pastoral Vocacional decía que cuando empezaron a implantarse en las Diócesis las Pastorales Vocacionales, es cuando empezó la crisis en los Seminarios. Su explicación era muy sencilla: al hacer a una persona responsable de las Vocaciones en la Diócesis los demás piensan que las Vocaciones al Sacerdocio ya no son responsabilidad suya. Por eso este cartel publicitario recuerda que las responsabilidad ante las Vocaciones es cosa de todos y cada uno de los Cristianos, desde los padres, pasando por cada uno de los Sacerdotes, hasta el último fiel de la Parroquia. Todos podemos hacer algo por las Vocaciones al Sacerdocio. Podemos empezar rezando por los que se preparan ya para ser Sacerdotes y rezando por todos aquellos a los que, aunque todavía no los saben, Dios ha llamado para el Sacerdocio desde las entrañas de su madre.